Fotografía de Chema Madoz
El primero por las malas palabras, aquellas
que la cambiaron por dentro. El segundo por un silencio despiadado, lleno de
desprecio. El siguiente por la amenaza y los golpes. Uno más por las cicatrices
y el miedo.
Piensan que está loca, que no pudo soportar
la tristeza de perderle. Pero no saben que alguien tuvo que pagar tantos platos
rotos. Al igual que algunos llevan flores a una tumba, ella deja uno nuevo,
cada veinte de enero, en la alcantarilla. Es el secreto de su culpa.
Concha García Ros