domingo, 25 de mayo de 2014

FUERZA BRUTA

Solo ceniza y la habitación llena de humo. No puede dejar de fumar uno tras otro. Sus dedos tiemblan y no consigue deshacerse de aquella imagen. Camina de un lado a otro de la estancia vacía sintiéndose ajeno a sí mismo. ¿En qué instante cruzó la línea? No lo sabe, pero sabe que odia sus manos, ésas capaces de apretar tan fuerte.

Concha García Ros

miércoles, 14 de mayo de 2014

PINCELADAS DE PASIÓN

La lluvia de fuego que lentamente devoraba la ciudad hizo crecer en los campos un tubérculo peculiar.  Los que lo comieron fueron objeto de una extraña efervescencia en la boca del estómago  y de unas enloquecidas  ansias de vivir. Ese año se duplicaron los nacimientos y, en pocos meses, las risas de colores  pintaron el gastado gris de los edificios.  Una nueva urbe renacía de las cenizas.
Concha García Ros

CAMBIO DE PLANES

La lluvia de fuego que lentamente devoraba la ciudad resbaló por mi rostro, aunque nadie pareció notarlo. Sentí su crepitar dentro de mi estómago, sus llamas devastando mis entrañas. Todo quedó hastiado y ennegrecido aquel Agosto en el que se me quemaron las ganas de vivir.
Concha García Ros

INSTANTE REVELADOR

La lluvia de fuego que lentamente devoraba la ciudad era la prueba inequívoca de que había llegado. Todo se iba consumiendo en un crepitar salvaje de llamas, lágrimas y alaridos. Hasta que no quedó nada, sólo cenizas. Entonces mi risa perversa tronando en aquel vacío me pareció de lo más estúpida.
Concha García Ros

jueves, 8 de mayo de 2014

VIDAS DE TRAPO

Nos lamentamos, hipócritas, de no haberlo visto venir. A pesar de que el tiempo entre funciones se dilataba  y el público y los aplausos eran cada vez menos. Apenas dormía, tropezaba con todo y su aliento era nauseabundo. No lo diremos, pero no nos esforzamos lo más mínimo. Ahora dormitamos en el silencio de esta caja, desdeñados en nuestros cuerpos inertes, esperando que una mano amiga nos dé otra oportunidad.

Concha García Ros

sábado, 3 de mayo de 2014

SOSPECHAS

  Sospecho de él desde hace tiempo. No me fío de sus buenos modales ni de su pelo engominado. Me repelen sus corbatas de seda y sus trajes caros.

   Intuyo que planea asesinarme. Y nunca le cogerán, nunca encontrarán el cuerpo.

  Hoy he sabido que mi fin está cerca cuando, al mirarme al espejo, el muy cabrón me ha dedicado una sonrisa almidonada.
Concha García Ros