Ya en los primeros meses supimos que algo no iba
bien. Apenas sonreía y cuando lo hacía su gesto recordaba a una mueca mal
ensayada. Era huraña con nosotros y con su hermana. Sólo aceptaba a Sally, la
única muñeca que no arrojaba enfurecida. Fue creciendo e inventó un lenguaje
que sólo usaba con ella. La llevaba a todas partes y pasaba largos ratos
balanceándose abrazada a su cuerpo de trapo.
Desde hace dos años sólo quiere vestir de verde, como
ella. El doctor dice que el nuevo fármaco la ayudará, pero a mí me basta con
mirar sus ojos, lejanos e inexpresivos, como los de Sally, para saber que no
regresará del otro lado.
Concha García Ros
Relato ganador para la ilustración nº 8 (de Juan Ramón Fernández Puñal) del Proyecto "Cuenta que te cuenta hasta 150"