Nubes de algodón y poliéster envuelven mi
delirio
protegiéndolo del
rayo dorado,
seguridad
ficticia de esta trinchera suave y efímera.
Fortaleza que se
derrumba cada día
y que cada noche
renace
inventándose tan
antigua y nueva
que merece mi
mejor sonrisa desde el espejo.
Concha García Ros
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