Hoy parece que ella tiene la voz todavía más dulce
que ayer. Sonríe y se muestra amable, es otra. No sé a qué se debe el cambio; hasta
me prepara el té todas las tardes. Tiene un sabor amargo, pero no quiero
estropear el momento haciéndoselo ver. Así
que le pongo más azúcar y me lo bebo sin chistar.
Concha García Ros
Uy, tanta amabilidad... El lector ya está sobre ascuas.
ResponderEliminarMuy bueo.
Un saludo
JM
Una dulzura amarga. Un abrazo y gracias por pasar.
ResponderEliminar¡Extraordinario, Concha! el título es fundamental para comprender el texto, el fondo de la historia se percibe con claridad entre líneas. Me vino a la cabeza el título de aquella película "El cianuro...¿solo o con leche?
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, David. Me alegra tu visita. Un abrazo
EliminarGenial! Se intuye mucha historia personal, y un tío muy, pero que muy inocente, jajaja!
ResponderEliminarJaja, es que no hay peor ciego que el que no quiere ver, ¿no crees? Un abrazo, Cari
EliminarYo podía ser él perfectamente. Iluso e inocente como un cordero.
ResponderEliminarBonita es la inocencia, pero también peligrosa. Un abrazo
EliminarUyuyuy tanta amabilidad y ese saborcillo...sospecho un final bastante dramático. Buen giro Concha. Suerte en la siguiente!
ResponderEliminarBesicos
Gracias, Izaskun. Un besote
EliminarAbierto para que el lector se empape de azúcar e imagine la historia que hay detrás de tus líneas. me gusta Concha. un besazo y gracias por participar en de mis palabras y las vuestras.
ResponderEliminarGracias a ti, Laura, por pasarte y comentar. Un abrazo
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