Era más importante disfrutar, por eso no lo pensaba
dos veces antes de lanzarles su sonrisa hipnótica. Lo demás era fácil, su
mirada y sus palabras mantenían el hechizo. Luego, sin más, se iba tragando su luz y las dejaba, apagadas ya,
sin importarle el final. Él estaba por encima de eso. Había perdido la cuenta
de la macabra colección.
Una noche más salió de caza y la encontró sola
apoyada en la barra. No debió cebarse en tratar de conseguirlo; nada parecía
funcionar con aquella chica pálida. Fue
tarde cuando comprendió el motivo. Ella, ávida, le mordió la yugular.
Concha García Ros
Tendré cuidado con cruzar mi mirada con Ella en alguna de mis salidas nocturnas. Gracias por advertirlo.
ResponderEliminarAy, ay, y ten cuidado con tu sonrisa hipnótica también...
EliminarJajaja. Se lo tiene merecido. Muy buena versión del cazador cazado.
ResponderEliminarBesicos
Se lo estaba buscando sí, jaja. Un besote, Izaskun
EliminarAl final siempre encontramos la horma de nuestro zapato. Buen micro, Conchi
ResponderEliminarDonde las dan... Me alegra que te haya gustado. Un abrazo
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