No sabré si fue el Prozac o la luna llena. Y
qué más da. Al menos recuerdo llevarle orquídeas, que siempre le gustaron, a la
cima donde ocurrió.
Desperté temprano, hoy todo es distinto. Soy
capaz de ver su ropa en el armario y aguantar el tipo. Me atrevo a salir a la
calle sin arrastrar los pies al andar. Mis ojos no están enrojecidos ni tengo
la mirada extraviada. Hasta devuelvo el saludo.
Es el secreto. Sé que esta madrugada, como
todos los plenilunios, un aullido quebrado se colará furtivo por mi ventana y
volveremos a ser dos.
Concha García Ros
ENTC Agosto 2014
Una historia de amor para licántropos, je,je. Buen micro
ResponderEliminarSí, la licantropía, qué fascinante. Es un tema que me gusta mucho. Un abrazo
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