MADRUGADA
Las calles aúllan su ausencia, alimentándose de la
humedad de la noche de febrero. Los pasos se apresuran buscando huir de la
conciencia nítida y pegajosa que acompaña a estas horas. Buscan el calor de lo
conocido, la seguridad de lo cotidiano, dejando los delirios para otros. Para
ellos, los que cruzaron la frontera, los que jamás regresarán del otro lado, destellos
descalzos de esta madrugada. Con el cuerpo aterido por el frío, con el insomnio
como amante eterno, con la sonrisa inerte en sus labios rotos.
Concha García Ros.
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