Pero esta vez, ella lloró. Lágrimas metálicas
que resbalaban por su cara depositándose en un lento goteo sobre los hombros de
él. Javier, muy sorprendido, se excitó
aún más cuando escuchó su extraña voz, como un eco cibernético, resonando en
las paredes del laboratorio. Puedo sentirte, le dijo, mientras él se pellizcaba la pierna para comprobar que estaba despierto.
Ella
acercó sus labios y le regaló un largo y frío beso. Se oyeron pasos acercándose. Antes de
desenchufar delicadamente su batería, no pudo evitar susurrarle al oído: no
tengas miedo, será nuestro secreto.
Concha García Ros
Una vez más leo cosas que me recuerdan a Blade Runner. Ese amor por una máquina, tan real como la realidad misma, pero una máquina al fin y al cabo, resulta ser una pasión verdadera y creíble... ¡hasts dónde seremos capaces de llegar! Muy buen relato, con un punto de vista muy interesante.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Quién sabe si algún día no será ciencia ficción. La "realidad" siempre nos puede sorprender. Gracias por tus palabras. Un saludo
ResponderEliminarLa tecnologia avanza que es una barbaridad .Dotarla de sentimientos ....más despacio.
ResponderEliminarSin embargo si que va dirigida a que cada vez nos produzcan más sensaciones diversas