No, esa noche no fue a la fiesta. La consigna,
“máscara y capa negra, nada más”, le había resultado demasiado atrevida. Estaba
adormilado viendo una película, cuando sonó el timbre.
Abrió y se quedó perplejo. A pesar de la capa
negra que le llegaba hasta los pies y de
la gruesa máscara tras la que se ocultaba, aquella figura le resultaba familiar.
Sin dejar de mirarle, la desconocida le cogió
las manos y las llevó bajo su capa. Sintió la suavidad y la tibieza de aquella
piel, la que presentía en la mujer con la que soñaba todas las noches.
El baile transcurría lento, en un deleite
para los sentidos. El ritmo se elevaba poco a poco. El cuerpo rotundo de ella,
ya sin capa, sobre el suyo. Su pelo, ondeando rítmicamente, y la máscara
impertérrita le excitaban sobremanera. Cuando se acercaba al éxtasis quiso
arrancársela, para descubrir el rostro de la mujer amada. Entonces, el cuerpo
de ella se desvaneció entre sus brazos, desapareció.
Despertó en el sofá, junto a la máscara y la
capa que no se había atrevido a usar la noche anterior. Un delicioso perfume de
mujer flotaba en el aire.
ENTC Febrero 2014
Concha García Ros.
Ya te leí en ENTC, Concha, y me pareció que los cabos sueltos son un estímulo para el lector.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Me gustan los finales abiertos. El pensar que todo es posible, que aún flotan en el aire todas las posibilidades. Un abrazo.
EliminarSueño, realidad? Bien por tu micro.
ResponderEliminarSuerte.
Besicos muchos.
Gracias por pasarte y comentar. Sutil frontera entre sueño y realidad. Besos.
EliminarMuy sugerente y muy bien escrito. Ese final es muy apropiado Saludos
ResponderEliminarGracias David por visitarme y por tu comentario. Me alegro de que te sugiera. Un abrazo
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