jueves, 21 de agosto de 2014

LAS LÁGRIMAS DEL MARINERO

    
    Cuando llega esa hora de la madrugada en la que todo se difumina, el reloj del Palacio Consistorial se para. Sólo por unos instantes, imperceptibles para los pocos viandantes  que a estas horas pasean en dirección al puerto o hacia la Calle Mayor. Por unos segundos  el tiempo se detiene, dando cabida a una realidad paralela. Dicen que las figuras que adornan la plaza  cobran vida. Dicen que se vuelve atrás en el tiempo.

    Y allí está ella, con los ojos ansiosos y radiantes, esperándolo bajo el reloj del antiguo ayuntamiento. El mecanismo vuelve a ponerse en marcha  justo cuando sus miradas se cruzan y el sonido de la hora retumba en sus oídos. Incapaz de dilatar un segundo más, su imagen se desvanece, mientras él, cargado con su pesado macuto, trata en vano de llegar hasta sus brazos.


     Qué historias cuenta la abuela, sensiblerías sin sentido. Aún así,  hoy al pasar al lado del marinero inmóvil  me acerqué a él, sólo por curiosidad,  y al tocar sus ojos de bronce mis dedos se mojaron. Amanecía.

Concha García Ros

4 comentarios:

  1. Hola Concha, me he acercado a visitarte para leer la historia de tu marinero y dejame decirte que me ha gustado. Tienes razón, guarda cierta similitud con la mía.
    Menuda casualidad!
    Me quedaré por aquí a echar un vistazo. Saludos

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  2. Hola, José Ángel, gracias por tu visita. Un abrazo

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  3. ¡Qué sabias las abuelas! Nadie narra los cuentos como ellas.
    Un abrazo

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  4. Este cuento es muy especial. Está inspirado en las calles de mi ciudad. Un abrazo

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